La carta/política de estudio es una declaración – antes de comenzar cualquier trabajo – que alinea el estudio con los objetivos estratégicos de la corporación, esboza los términos de referencia y el alcance del trabajo que se va a establecer, y define los límites del estudio (inclusiones/exclusiones, también llamados a veces «límites de la batería»). Esencialmente, una carta de estudio es como una brújula: establece la dirección y la responsabilidad.
Los estatutos de los estudios deben ajustarse estratégicamente a los objetivos de la empresa (aspectos como el riesgo soberano, la materia prima, el tamaño, la complejidad, la estrategia de financiación, la tecnología, etc.) y adaptarse a cada proyecto.
Los resultados y conclusiones de un buen estudio ponen a los responsables de la toma de decisiones en situación de considerar la propuesta de valor del proyecto – viabilidad técnica y económica – y el perfil de riesgo. Los malos resultados de los proyectos se producen con demasiada frecuencia, con efectos perjudiciales para la empresa y su reputación, y los responsables de la toma de decisiones deben rendir cuentas de sus decisiones. Por ello, es fundamental hacer primero lo correcto -una evaluación exhaustiva- antes de intentar hacer algo de forma correcta.
La interfaz entre el caso de negocio, el equipo de estudio y las operaciones es a menudo donde surgen los problemas. Un caso empresarial claramente comunicado garantiza que todos los aspectos se entiendan bien y que haya una buena alineación entre las partes del estudio. Aunque cada proyecto es único, es importante adherirse a un conjunto predefinido de normas o directrices mínimas, pero también adoptar un enfoque flexible al aplicarlas. Para que las partes interesadas comprendan a fondo el estudio de viabilidad, es fundamental que exista una total transparencia.
Una propuesta de valor presenta la viabilidad técnica y económica (o no) de un estudio y se vincula a la carta del estudio. La presentación de la propuesta de valor debe garantizar la transparencia, y los mensajes deben hacerse de forma equilibrada y adaptada al público, utilizando un nivel de detalle adecuado.
Aunque los propietarios aceptan que el riesgo es inevitable – la transparencia es clave -, se trata de tener estrategias de mitigación sólidas que minimicen el impacto (con el apoyo de un presupuesto y recursos adecuados). Siempre es mejor entender el riesgo desde el principio que llevarse sorpresas desagradables después. Es razonable esperar que el nivel de precisión sea diferente en los distintos aspectos del estudio y que, en algunos lugares, se quede corto. Las lagunas deben abordarse en el marco de un plan de trabajo de cara al futuro.
Un estudio de viabilidad sostenible es aquel que optimiza la economía del proyecto (la sostenibilidad a largo plazo supera el rendimiento de la inversión a corto plazo), gestiona los factores externos, se ajusta a las expectativas de las partes interesadas, cumple con los requisitos normativos y demuestra una sólida comprensión del mercado.
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